BARCELONA
Barcelona es la ciudad de la alegría. "A cualquier hora que se llegue, de día o de noche, os pone la imaginación en fiesta por su extraordinaria intensidad luminosa". De día es la luz de su cielo incomparable, que todo lo alegra; de noche es la incomparable iluminación de luces, que componen un espectáculo casi feérico. Las ramblas a ciertas horas, desbordan rostros satisfechos y alegres,de flores, de bellas mujeres. Barcelona trabaja y se divierte. Es una formidable suscitadora de energías y una enamorada del placer de vivir. Barcelona ama el esfuerzo tanto como las músicas, los versos melodiosos y los goces sensuales. En ninguna otra ciudad latina de Europa es más respetada ni más admirada, ni culmina con tanta influencia positiva la condición de poeta. Barcelona ama el amor.
Pero no se crea que la alegría de Barcelona se emparienta con aquella alegría trivial y mediocre de las playas a la moda. La alegría de Barcelona es profundamente espiritual. Los viajeros artistas que visitan a España suelen desdeñar a Barcelona creyéndola una ciudad burguesa -si no ordinaria-, que nada dice al alma. Es un error. Barcelona está llena de sugestiones espirituales. Nos da una eficaz lección de optimismo, nos enseña a amar la vida; nos convence de la excelencia práctica de los sanos ideales colectivos y de su posible existir en nuestra época, y, sobre todo, nos muestra que es negocio realizable -¡gran enseñanza para nosotros, latinoamericanos!-, la convivencia del trabajo, del arte y del idealismo. [Manuel Gálvez, Madrid, 1920 ].
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