Dos argentinos exaltados en las letras universales: Julio Cortázar (Bruselas, agosto 1914-París+febrero, 1984, Jorge Luis Borges, Buenos Aires, 1899-1986.
Luz M. Giraldo se refiere a la condición del exiliado, citando a E. Said: ... se ven obligados a expresarse en una "lengua huésped". Caso que no incumbe a Borges ni Cortázar que desde niños se residenciaron en Europa; el aura de Cortázar no sufre mengua alguna a pesar de vivir en París desde 1951, es porteño y latinoamericano hasta los tuétanos, además de adalid de nuestra autonomía literaria, pues sus esfuerzos le alcanzan para reproducir el ingenio, la espontaneidad y nuestro hablar a rajatabla, aparte de su juego con las palabras, que se cimienta desde sus numerosos cuentos y desde su primera novela Los Premios, en 1960, que él mismo denomina antinovela, pues despedaza el orden espacio/temporal y compromete al lector a no ser rémora, lector pasivo, y más bien le conduce hacia niveles cognitivos superiores y elevado raciocinio al plantearle la resolución de acertijos y dilemas, lo que exacerba en sus obras maestras RAYUELA, y los relatos El Perseguidor y Octaedro, en la cima de recursos técnicos y estilísticos que tanto le debió a Borges su maestro: hermetismo sugerente, monólogo interior narrado, desarrollo simultaneo del tiempo real y del subjetivo, las riquezas sensoriales en las imágenes, la vigorosa adjetivación y la objetivación de su palabra poética.
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