¡CANTANDO, DIOMEDES,
CANTANDO!
El Legado
de Diomedes
Por Jairo
Tapia Tietjen, *
Criterio acertado por parte de la Fundación del Festival, de la Leyenda Vallenata, en Valledupar,
capital Mundial del Vallenato, por
reconocer la oportunidad de que al Cacique de la Junta, se le hiciera,
oportunamente, apoteósico y popular homenaje a su nombre y arte musical,
en la 27ª versión del Festival Vallenato 2014.
Bienaventuranzas : varios medios comunicativos regionales, no
solo la Costa caribeña, la Guajira y el Cesar, han emprendido enjundiosa tarea
de programar y desarrollar la herramienta del aliento poético y enriquecedor
del idioma. Esa lengua que Diomedes Díaz hizo suya con plenitud de sentido para
millones de seguidores, huérfanos de la
escritura y el habla, para expresar sus sentimientos.
Formidable tarea del trovar en lenguaje ,
para tantos en su forma ingenua, con audiencia y cantor asombrados,
pero capaces de expresar los deseos y sentimientos íntimos y particulares en
sus composiciones, tal como desde muy temprano en su vida, Diomedes tuvo el
don de asumir con rigor, sencillez y
vitalidad que encontramos en la belleza de las composiciones de los poetas místicos y
troveros castellanos del Siglo de Oro español.
Casi inventando y descubriendo los signos
infinitos del entusiasmo real y profundo del ser y su afectos, tal como
percibimos en su canción, “Brindo con el alma” :
Como no
puedo verte ni
puedo hablar contigo
ahí te
dejo esta canción
de recuerdo;
y
si esa fue
mi suerte haberte
conocido
para después
quererte de lejos.
Diomedes Díaz, artista del público
delirante, en todo momento hace gestos y señales rituales que son su leitmotiv para exorcizar con sentidos gestos de acercamiento poco usuales,
tal como se registra en “Cantando”:
“. . . porque salgo a toda
hora
- a cumplir mis
compromisos,
- cantando, cantando,
- cantando versos
bonitos.
EPÍGONOS
DIOMEDISTAS
Tantas apresuradas declaraciones de
algunos dentro de su “fanaticada”, por espontáneas e incompletas , ingenuamente hurtan el trazado vital biográfico real, como
siempre ocurre con aquellos privilegiados
intérpretes del sentir
popular, y quienes más reclaman confidencialidad, resultan
ser aquellos que,
de buena fe, frustran trazar con
credibilidad el perfil estructurado de
su héroe.
Coincidimos, como tantos nativos de
estas caliginosas comarcas tropicales
del norte colombiano, Diomedes había nacido de familia humilde en épocas
accidentadas para la economía guajira, agravada por ancestralidades de un
padre rudo, inculto
y proclive a la vida disipada,
que precipita en Diomedes adolescente, para su abandono de los estudios básicos e ingresar, en adelante, a crueles condiciones
laborales de subsistencia, que a la
vuelta de cada recodo se mostraba lleno
de incertidumbres.
Diomedes en directo apela a
los secretos del arte amatorio y, de conquista en conquista, bajo el signo de
las hembras y con su complicidad, ellas mismas testimonian que el trovador
de la Junta se cobija con el consejo nietzscheano al pie de la letra : “si vas
con las mujeres, lleva el látigo”.
De esta forma llega a ser
profeta en su tierra, su carisma, acento lírico en sus composiciones, y la
leyenda que en su entorno la fanaticada ayuda a
cultivar, para entonces convertirse en un desencadenador de situaciones
sentimentales. Es el ideólogo de las actitudes populares en exitoso discurso
vital , y con su temprana desaparición
lo conduce, en su postrer destino, a
cobrar cada vez mayor dimensión entre las figuras de la canción popular latinoamericana.
El poeta crea para
exorcizarnos de nuestras penas y hasta del mal de vivir como los simbolistas
liberan el lenguaje de la crueldad de las leyes naturales, en perpetua
renovación de su libertad en búsqueda de
la belleza; existencia libre de limitaciones, unido a medias con las
múltiples formas del existir en insurgencia creativa contra el habla ordinaria.
Los versos en la lírica
diomedista avanzan rítmicamente como olas de tres en tres ondas que conforman
unidades que ascienden, seguidos de otra unidad descendente, con cierta
intensificación emotiva y sonora
firmeza en las vocales largas que sirven para conferir
expresividad al final del último verso, vinculando en uno solo el doble plano
objetivo del mundo exterior, y el emocional del poeta que clama por las atenciones de su fémina,
alcanzando cierta euforia lírica y efectos apropiados en su obra artística,
como objeto que retiene el interés del destinatario con cierta lógica poética y
su manera de cantarlo nos da la impresión de un estilo ajustado a la exigencia
de un tema, que busca su propia verdad poética, que nos aclara las emociones
humanas familiares al descubrir expresiones que adapta al sentimiento amoroso y al reclamo del favor de
la mujer, en propuestas ecuménicas que escuchamos como en su tema: “Te
quiero mucho”:
Y hoy que siento
que tú
me perteneces,
quisiera
llorar
de
la emoción,
tú serás
para mí
la
bendición
hasta
el día de
mi muerte.
Son las “verdades eternas” de que nos hablan
los poetas clásicos como Quevedo, Rubén
Darío y Neruda, refiriéndose a la incomprensión y a la injusticia en nuestro
entorno y la deprimente existencia de tantos, temáticas predominantes en la
poesía desde la Ilíada y la forma como los troveros y escritores piensan que
deberíamos ver la gran
plaza del mundo.
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